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jueves, 22 de diciembre de 2011

colisionan dos trenes que avanzan en dirección contraria: el del periodista que aspira a que el periodismo sea la más noble de las profesiones; y el del propietario que se ve en la necesidad penosa de que este sea el más vil de los oficios.

Los valores de la prensa decente


Por: Augusto Álvarez Rodrich


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Sobre el despido de la periodista Laura Puertas.

Uno intuye que se aproxima pero nunca acierta el momento preciso y, aunque no es un trance grato, cuando ocurre, produce una sensación encontrada entre la incertidumbre por lo que se viene, y la satisfacción por el deber cumplido.
Hablo, claro, del despido que se produce cuando colisionan dos trenes que avanzan en dirección contraria: el del periodista que aspira a que el periodismo sea la más noble de las profesiones; y el del propietario que se ve en la necesidad penosa de que este sea el más vil de los oficios.
Y digo eso, claro, por el despido de Laura Puertas de la dirección periodística de América TV, donde ratificó su vocación por la integridad, decencia y profesionalismo que se requieren para que el periodismo se ejerza con independencia y veracidad.
Un medio siempre tiene el derecho de elegir su equipo, desde el practicante que pisa por primera vez una redacción hasta el director que la debe liderar. Pero un medio también es responsable ante su audiencia por las decisiones que toma, desde a quién contrata o por qué lo bota.
Es claro que el grupo mayoritario que controla América TV –y, en general, El Comercio– ha despedido a Puertas pues independencia y veracidad son principios periodísticos con los que se ha peleado hace tiempo.
Por ello, no le conviene periodistas como Puertas que prefieren el compromiso por la verdad en vez del interés particular del propietario.
Tampoco le conviene periodistas como Raúl Tola, quien luego del despido de Puertas, prefirió dejar ese medio para no ser comparsa de “las intenciones cada vez más groseras de un ala del directorio por intervenir en la cobertura noticiosa subordinándola a intereses ajenos a los principios rectores del canal y a los verdaderos fines de la profesión”.
Por eso también despidieron a Rosa María Palacios y Patricia Montero, así como, antes, a varios de ese grupo de medios que solo querían ser periodistas de a verdad y no voceros de sustos e intereses subalternos para ensanchar el bolsillo o, simplemente, botar gente valiosa para que nadie olvide de que, a pesar de sus carencias intelectuales y morales, ellos son dueños. Lo que pretenden es ‘directores’ de medios que sean tramitadores del interés particular del propietario.
Ben Bradlee, el legendario conductor de The Washington Post, decía que, para ser un buen director de periódico, se requiere reporteros con capacidad de perseguir el fundamento del periodismo (buscar la verdad y contarla), y un propietario con la voluntad real de cumplir esa promesa.
Es una gran suerte cuando un periodista cuenta con eso, y una tortura no tenerlo. Por ello, los que despidieron a Laura tomaron la decisión correcta pues, por su integridad y decencia, ella no encaja con sus fines.

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